Una vez más en la brecha, y en buena compañía en una ruta conocida, no por ello exenta de esfuerzos. Vamos a recrear, con lo que narremos, la marcha, ya que no pudo realizar Elena por «pinchazo»; nuestros mejores deseos de pronta recuperación
Partimos del puente del Azud en el zaragozano barrio de «Vadorey», lugar ideal para empezar y terminar, dado que hay espacio suficiente para aparcar, y dispone de una terraza con amplio espacio verde para el solaz final
Remontamos el curso del Gállego, por la margen izquierda, por el camino superior, el ahorro de estos metros y minutos que sacamos al no llegar al mismo río, nos vendrán bien para los tramos más duros.
En llegando al parque de los Ríos, tomamos a la derecha la pasarela de madera que nos adentra en el barrio de Santa Isabel
Tomamos a la derecha al encuentro de hijo y padre, por los sotos aledaños al cauce, aún en la previsión hecha de la mosca negra, pero que c***, somos Jabates y tú también pero solo que aún no has venido a disfrutar de una marcha con nosotros
Soto del Vado es el nombre, su aislamiento permite la presencia de mamíferos reconocibles por las huellas que dejan sobre las playas de arena de las orillas. Las de nutria, zorro y tejón son fácilmente reconocibles. De la misma manera que
se pueden observar letrinas de jineta. La cantidad de troncos caídos y el paso de brazales de riego –grupo de cinco álamos singulares- hacen difícil poder avanzar entre tamarices, chopos y sauces próximos a los cursos de agua. Después de 300
metros de recorrido hay que acceder saliendo a campos de cultivo de alfalfa.
Hacemos una alto en el sobradero de la acequia de Urdán
Los árboles de ribera continúan de forma muy estrecha y entrecortada hasta el paso del cuarto cinturón
y ya muy próximos al soto de Villarroya.
Ya en el camino de los campos podemos observar como inexorable el Gállego, come y entrega de una a otra orilla formando meandros antes de fundirse en abrazo con el Ebro, habiendo cedido hace dos años el camino que coronaba el cauce
Y ayunado en parte con lo arrastrado a la mejana tras la desembocadura en el centro del Ebro
Sorteando tramos al sol con vericuetos ribereños, y gracias a que la brisa que nos acompañó toda la mañana se hace sufrible, finalmente llegamos al puente de la Z40, y en su sombra respiramos, mientras observamos la orilla opuesta de la que nos distan varios kilómetros, casi ocho
Ya en busca de la extinta chopera, que por cierto presenta alienadamente nuevos retoños y en un par de años volveremos a tener ese remanso de sombra de los anteriores ejemplares de más de 20 metros de altura
Entramos y salimos todo lo que podemos de las sombras de la ribera y alcanzamos con satisfacción la pasarela del bicentenario, así llamada en conmemoración de los sitios de Zaragoza conecta el barrio de La Cartuja Baja con el término de La Alfranca, en el municipio de Pastriz.
Forma parte del Camino Natural de la Alfranca, que conecta el final del Paseo de Echegaray y Caballero con La Alfranca, sede del Centro Internacional del Agua y el Medio Ambiente
Ya en el margen derecho tomamos un refrigerio en el parquecillo próximo, y tras un breve pero reponedor descanso, continuamos entre claros y oscuros el camino de regreso, por el Soto de Cantalobos, que resultar ser una de las joyas naturales de Zaragoza. Con veinte hectáreas de superficie y tres kilómetros de largo, es refugio de pájaros, insectos y pequeños mamíferos, que conforman una rica biodiversidad muy amenazada. El camino, que separa el estrecho soto de ribera de los campos agrícolas, está jalonado estos meses de arbustos de malvas, manzanilla, avena loca, delicadas flores de escabiosa y espesas matas de romaza.
Ningún ruido exterior molesta a los animales que viven entre las plantas, como comadrejas, tejones, erizos e incluso zorros. Pero son las aves las protagonistas del paseo, autillos, ruiseñores, milanos negros, ánades, cucos y lechuzas observan desde las copas de los árboles. En verano, el martinete, la cigüeña, el pájaro moscón y el milano negro anidan en la zona, mientras que, en invierno, la garza y el cormorán llegan, procedentes de tierras más frías. A mitad de camino, a simple vista, una hermosa cigüeña empolla sus huevos. El bosque sorprende por su frondosidad. Sus árboles, de hoja caduca y característicos de las riberas, destacan por su tamaño monumental. Enormes ejemplares de fresno, chopo, sauce, olmo y tamariz se elevan a ambos lados del camino y por ellos trepan matacanes, lúpulos, clemátides o dulcámaras. El sotobosque está compuesto de plantas muy hidrófilas, que buscan una gran cantidad de agua, zarzamoras, cicuta, ortiga mayor, apio caballar, cardos como el onopordum acanthium…
Y en esas llegamos al viejo puente del ferrocarril, que en pretéritos tiempos de la infancia era una cima inalcanzable, cuando pro este andurrial veníamos a jugar o simplemente a pasear; antesala del barrio de las Fuentes y del puente del Azud, atrás quedan 20 kilómetros bien andados, y frente a nosotros unas buenas jarras de cerveza para reponer electrolitos, en la campa de vado rey, mirando al inamovible «gasolino», pero este es otro cantar… que si quieres conocer pulsa en este enlace
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